miércoles, 13 de enero de 2010
"Galette des Rois"
Galette republicana
Lluís Uría 12/01/2010
El presidente francés Nicolás Sarkozy corta la tradicional "Galette des Rois" que consumen los franceses para festejar la Epifanía, ante la mirada del presidente de la confederación de panaderos, Jean-Pierre Crouzet, y un grupo de aprendices de repostería, en el Elíseo, el pasado 5 de enero de 2010
Francia es un país sin Reyes Magos. Arrojados al desván de la historia, todo el poder y la magia han recaído en el bonachón Père Noel, sosias francés de Santaclaus y –como él— versión moderna de San Nicolás, encargado de repartir regalos a los niños buenos la noche de Navidad. Los Reyes Magos estaban irremisiblemente condenados. Por los ecos monárquicos del mito –en un país donde a los reyes se les corta la cabeza— y por su marcado significado religioso. Salvo en Alsacia y Lorena, donde por avatares de la historia sigue vigente el concordato firmado con la Santa Sede por Napoleón en 1801, el Estado francés es desde hace más de un siglo oficialmente laico. Así que el mito de la Navidad tenía forzosamente que laicizarse también. La Epifanía ha sobrevivido como fiesta cristiana, pero la noche del 5 de enero no hay cabalgata ninguna, no hay pajes, ni carrozas, ni camellos, nadie trae regalos a las casas. Ese día, y al día siguiente, si el azar del calendario no lo impide, los niños van a la escuela como cualquier otro. Francia es un país sin Reyes Magos. Y sin embargo… hay una tradición de origen medieval que ha resistido todos los embates del tiempo: la Galette des Rois. Desaparecida en contadas ocasiones, pero siempre fugazmente, la versión francesa del Tortell de Reis y del Roscón de Reyes es hoy consumida a millones durante todo el mes de enero: el día 6, por supuesto, pero también el resto de domingos del mes y, de hecho, cualquier otro día de entre semana. En las pastelerías y panaderías pueden encontrarse de todos los tamaños, hay incluso bastardas galettes ¡individuales! La tradición quiere que la galette –un pastel de hojaldre relleno de crema de almendras en su versión más extendida, un tortel con frutas confitadas en el sur—sea consumida en colectividad y que incluso se reserve una porción para la eventual, e improbable, llegada de un pobre. Como en España, dentro del pastel hay una sorpresa, originalmente la fève (haba), que pese a su nombre ha devenido una figurita de porcelana o de plástico. Quien tiene la fortuna de encontrarla es designado "rey por un día", coronado con una falsa corona de cartón dorado y encargado de comprar la galette del año siguiente. Nicolas Sarkozy ha reanudado ahora la tradición de recibir a pasteleros y panaderos en el Elíseo y degustar la galette de la Epifanía. Eso sí, con una particularidad republicana: ninguno de los dos grandes pasteles llevados al palacio presidencial el pasado día 5 llevaba escondida dentro fève alguna. La razón la explicó el propio jefe del Estado francés mientras hundía el cuchillo en la blanda pasta de almendra: "¡No es posible designar a un rey en la sede de la Presidencia de la República!".
Lluís Uría 12/01/2010
El presidente francés Nicolás Sarkozy corta la tradicional "Galette des Rois" que consumen los franceses para festejar la Epifanía, ante la mirada del presidente de la confederación de panaderos, Jean-Pierre Crouzet, y un grupo de aprendices de repostería, en el Elíseo, el pasado 5 de enero de 2010
Francia es un país sin Reyes Magos. Arrojados al desván de la historia, todo el poder y la magia han recaído en el bonachón Père Noel, sosias francés de Santaclaus y –como él— versión moderna de San Nicolás, encargado de repartir regalos a los niños buenos la noche de Navidad. Los Reyes Magos estaban irremisiblemente condenados. Por los ecos monárquicos del mito –en un país donde a los reyes se les corta la cabeza— y por su marcado significado religioso. Salvo en Alsacia y Lorena, donde por avatares de la historia sigue vigente el concordato firmado con la Santa Sede por Napoleón en 1801, el Estado francés es desde hace más de un siglo oficialmente laico. Así que el mito de la Navidad tenía forzosamente que laicizarse también. La Epifanía ha sobrevivido como fiesta cristiana, pero la noche del 5 de enero no hay cabalgata ninguna, no hay pajes, ni carrozas, ni camellos, nadie trae regalos a las casas. Ese día, y al día siguiente, si el azar del calendario no lo impide, los niños van a la escuela como cualquier otro. Francia es un país sin Reyes Magos. Y sin embargo… hay una tradición de origen medieval que ha resistido todos los embates del tiempo: la Galette des Rois. Desaparecida en contadas ocasiones, pero siempre fugazmente, la versión francesa del Tortell de Reis y del Roscón de Reyes es hoy consumida a millones durante todo el mes de enero: el día 6, por supuesto, pero también el resto de domingos del mes y, de hecho, cualquier otro día de entre semana. En las pastelerías y panaderías pueden encontrarse de todos los tamaños, hay incluso bastardas galettes ¡individuales! La tradición quiere que la galette –un pastel de hojaldre relleno de crema de almendras en su versión más extendida, un tortel con frutas confitadas en el sur—sea consumida en colectividad y que incluso se reserve una porción para la eventual, e improbable, llegada de un pobre. Como en España, dentro del pastel hay una sorpresa, originalmente la fève (haba), que pese a su nombre ha devenido una figurita de porcelana o de plástico. Quien tiene la fortuna de encontrarla es designado "rey por un día", coronado con una falsa corona de cartón dorado y encargado de comprar la galette del año siguiente. Nicolas Sarkozy ha reanudado ahora la tradición de recibir a pasteleros y panaderos en el Elíseo y degustar la galette de la Epifanía. Eso sí, con una particularidad republicana: ninguno de los dos grandes pasteles llevados al palacio presidencial el pasado día 5 llevaba escondida dentro fève alguna. La razón la explicó el propio jefe del Estado francés mientras hundía el cuchillo en la blanda pasta de almendra: "¡No es posible designar a un rey en la sede de la Presidencia de la República!".
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